- Por:Luis M. Chong L.
- Fecha de publicación:09/28/2011
El pueblo chino sufrió de muchas privaciones en las postrimerías de la dinastía Ching, dando lugar a un descontento general en la población. (Cortesía del Museo de Bellas Artes de Taipei)
Cuando los manchúes, una minoría étnica china emparentada con los nómadas jurchen, entraron en Pekín en 1644, surge por segunda vez en China la imposición de la voluntad de una etnia minoritaria sobre la mayoritaria etnia han. La primera mitad de los 268 años que duró la dinastía Ching (Qing, 1644 – 1911) fue una época de esplendor, gloria y grandeza, caracterizada por la conquista y consolidación de todos los confines del territorio chino.
Sin embargo, con el ascenso del emperador Chia Ching (Jiaqing, 1770 – 1820), comenzó el declive del imperio. China comenzó a ser amenazada con el opio introducido por los ingleses como forma malévola de compensar su balanza comercial con China.
A mediados del siglo XIX, China estuvo convulsionada por guerras externas, así como revueltas internas que debilitaron en forma definitiva el sistema imperial de la dinastía Ching. La Guerra del Opio (1839 – 1842) y la Guerra por el Incidente del Arrow (1857 – 1858), conocida también como la Segunda Guerra del Opio, causaron desastre, miseria y humillación para el pueblo chino. En el frente interno, rebeliones e intentos revolucionarios causaron serios golpes internos al régimen manchú.
La mayor de estas rebeliones fue la Revolución Taiping (1850 – 1864), que casi terminó derrocando a la dinastía, al ocupar más de 16 provincias y tomarse más de 600 ciudades en su casi indetenible avance. Posteriormente, le siguió la Rebelión Nien (1851 – 1868), que se extendió en más de ocho provincias. Otras revueltas más limitadas en extensión, pero de singular importancia fueron la Rebelión de los Musulmanes (1855 – 1873), en la provincia de Yunnan; y la Rebelión Tungan (Dungan, 1862 – 1878), que se extendió por varias provincias. Estos disturbios a gran escala desangraron el imperio manchú y la fortuna del régimen Ching llegó a su punto más bajo.
Durante la segunda mitad de la última dinastía en China, surgieron muchos movimientos para tratar de fortalecer el desgastado sistema monárquico imperante. Su gama va desde la Revolución Taiping, que promovía una reforma al estilo occidental y la adopción de una versión de cristianismo muy particular de los líderes del movimiento; a la violentamente xenofóbica Rebelión de los Bóxers (1899 – 1901), que combatió ferozmente todo indicio de cultura foránea. Ninguno de estos movimientos logró resolver los graves problemas que aquejaban a la última dinastía.
Mientras tanto, aumentaba el descontento del pueblo chino, cansado de más de dos siglos y medio de vivir bajo el yugo manchú. La vasta mayoría del campesinado chino carecía de tierra, que estaba en manos de los nobles manchúes y sus aliados de la etnia han.
Las inundaciones y sequías periódicas causaban grandes cantidades de muertes y daños materiales; situación que generalmente era agravada por los impuestos adicionales que el despótico sistema agregaba con el pretexto de acelerar la reconstrucción de las zonas damnificadas.
A finales del siglo XIX, frente a la insuperable crisis que vivía la Corte Manchú regentada por la Emperatriz Viuda, Tzu Hsi (Cixi, 1835 – 1908), que gobernaba entre telones; surgieron dos facciones que abogaban por aprender de Occidente para salvar el país. Una reformista, encabezada por Kang Yu-wei (Kang Youwei, 1858 – 1927); y otra revolucionaria, dirigida por el Dr. Sun Yat-sen.
En 1898, el emperador Kuang Hsu (Guangxu, 1875 – 1908) lanzó un programa de reforma que incluía la modernización del aparato burocrático del imperio, consolidando los servicios armados, promoviendo la autonomía local e inaugurando la Universidad de Pekín.
Academia fue en el pasado una de las instituciones militares más aclamadas en el mundo. Aquí, los oficiales militares profesionales fueron entrenados para el Ejército Revolucionario Nacional. (Cortesía de los Archivos del Kuomintang)
Esta campaña se conoce históricamente como la Reforma de los Cien Días. Pero, los sectores conservadores de la Corte Ching temían perder el poder y convencieron a la emperatriz Tzu Hsi que el movimiento reformista era peligroso para la subsistencia del imperio. Consecuentemente, ella puso fin a las reformas y ordenó el arresto y ejecución de los principales responsables. Kang tuvo que huir a Japón. El emperador Kuang Hsu fue despojado del mando y mantenido en virtual arresto domiciliario.
El fracaso del Movimiento Reformista de 1898 condujo al hundimiento de la facción reformista, que pretendía prolongar el mandato de la vieja dinastía. A la vez, se incrementó rápidamente la fuerza y la influencia de la facción revolucionaria.
Inspirado por la necesidad de establecer un sistema democrático, dotado de una vitalidad económica que promueva el bienestar social, los derechos humanos y el respeto irrestricto a la Ley, Sun impulsó un movimiento revolucionario para derrocar al corrupto régimen manchú y establecer una nueva nación que pertenezca a todos los chinos.
En medio de la coyuntura histórica de la Primera Guerra Sino-Japonesa, Sun viajó en 1894 a Honolulu, Hawaii, donde instó a los chinos de ultramar residentes en el lugar a formar una organización revolucionaria para rescatar a la nación china. La organización fue denominada el Hsing Chung Hui o Sociedad para Revivir China, que constituye el origen del Kuomintang o Partido Nacionalista de China, fuente y fuerza de la modernización de China.
Al año siguiente, Sun retornó a China y dirigió el primer intento de levantamiento en Cantón, que fue fallido. Sun tuvo que huir y volver a Hawaii. Desde allí, volvería a insistir en sus esfuerzos revolucionarios. Un total de diez fallidos intentos de levantamiento se realizaron bajo la orientación de Sun, triunfando en el undécimo esfuerzo.
El Dr. Sun Yat-sen tuvo un total de 16 años en el exilio, viajando por muchos países para instigar la revolución china, ganar adeptos y recaudar fondos para la causa común.
En 1896, Sun partió hacia Inglaterra, donde fue secuestrado y mantenido por dos semanas en la Legación Manchú en Londres. Gracias a la oportuna intervención del Dr. James Cantlie, su ex-profesor en la Escuela de Medicina de Hong Kong, Sun es liberado por sus captores.
Durante su estadía en Londres, Sun visitaba con frecuencia la Biblioteca del Museo Británico para estudiar política y sociología de los países occidentales. A través de su lectura, él se percató que sólo una revolución política no resolvería los problemas sociales de un país. Era necesario tener una ideología política: los Tres Principios del Pueblo.
En 1905, Sun se reunió con Sung Chiao-jen (Song Jiaoren, 1882 –1913), en Japón y decidieron unir el Chung Hsing Hui con otros grupos revolucionarios chinos tales como la Sociedad de Restauración, para crear la Tung Meng Hui o Alianza Revolucionaria de China. Al mismo tiempo, Sun presentó oficialmente sus Tres Principios del Pueblo, que defienden los ideales de Nacionalismo, Democracia y Bienestar del Pueblo. Estos fueron los cimientos para la formación de una nueva China.
El último de los fallidos intentos revolucionarios fue el Levantamiento de Huanghuakang (Huanghuagang), ocurrido el 27 de abril de 1911, cerca de Cantón, en la sureña provincia de Kuangtung (Guangdong). Se le conoce como el Levantamiento del Cantón del 3.29, refiriéndose a la fecha, que corresponde al 29 de marzo del calendario lunar chino.
Después del desastroso fracaso, miembros del Tung Meng Hui recogieron 72 cadáveres de los mártires y los enterraron en Huanghuakang, donde se construyó el Monumento a los 72 Mártires de Huanghuakang. En la República de China, el 29 de marzo ha sido declarado Día de la Juventud, en memoria de esos valientes jóvenes.
Los esfuerzos revolucionarios inspirados por el Dr. Sun Yat-sen culminaron con el levantamiento del 10 de octubre de 1911 en Wuchang, provincia de Hupei (Hubei). Esta gesta es conocida como la Revolución Hsinhai (Xinhai), por el nombre del año 1911, según el ciclo sexagesimal del calendario agrícola chino tradicional. La fecha se conmemora actualmente como Día Nacional del Doble Diez.
La Revolución Hsinhai derrocó la dinastía Ching, a la vez que puso fin a más de cuatro mil años de monarquía. A diferencia de la tradición histórica de reemplazar una vieja dinastía con una nueva, la Revolución Hsinhai destronó totalmente el sistema monárquico y lo reemplazó con el establecimiento de una república.
Si bien existieron varios intentos de establecer repúblicas en Asia, incluyendo la República de Lanfang, fundada en 1777 en parte de la actual Indonesia; la República de Formosa en 1895; y la Primera República Filipina en 1899; tales esfuerzos fueron parciales, con poco apoyo popular y de efímera duración. En consecuencia, la República de China, establecida el 1º de enero de 1912, constituye la primera república en Asia, dentro del contexto real del término político.
Cuando se produjo el Levantamiento de Wuchang, Sun se encontraba cerca de Denver, Estados Unidos, en una gira para recaudar fondos. Al tener conocimiento de los acontecimientos, Sun volvió a China, dirigiéndose a Nanking, donde fue designado presidente provisional el 29 de diciembre de ese año.
El Dr. Sun Yat-sen asume a la Presidencia Temporal el 1º de enero de 1912, proclamándose oficialmente al mismo tiempo la República de China. A mediados de febrero, Sun renuncia al cargo, confiando el mismo a Yuan Shih-kai (Yuan Shikai, 1859 – 1916), quien fuera miembro de la Corte manchú y controlaba el ejército en el norte de China.
Pero, el sistema monárquico en China no culminó sino hasta que Aisin Gioro Puyi (1906 – 1967), el último emperador de los Ching, abdicó el 12 de febrero de 1912. De esta manera, se cerró formalmente el capítulo histórico de la dinastía Ching.
Sin embargo, Yuan traicionaría muy pronto la Revolución China, primero disolviendo el Parlamento el 4 de noviembre de 1913; y posteriormente, para desmayo de todos los chinos, proclamándose emperador el 13 de diciembre de 1915.
Indignado, el pueblo chino mostró una fuerte oposición en las provincias, que no aceptaron la restauración de un régimen monárquico. De esta manera, Yuan se vio obligado a abandonar el trono el 22 de marzo de 1916. Pocos meses después moriría de una complicación renal, dejando el país en ruinas.
Su corto reinado causó que la unidad del país se perdiera, surgiendo fuertes caudillos militares, denominados “señores de la guerra”, que se repartieron el poder en las distintas regiones de China.
El Tung Meng Hui y varios otros partidos políticos menores se fusionaron en agosto de 1912 en Pekín para formar el Partido Nacionalista. En julio de 1914, el partido fue reorganizado como Partido Revolucionario Chino, y finalmente en 1919, adoptó su actual nombre, el Kuomintang.
En 1913, Sun Yat-sen partió hacia Japón, desilusionado por la traición de Yuan, retornando en 1917 y estableciéndose en Cantón. Allí, fundó la Academia Militar de Whampoa en 1924, nombrando a Chiang Kai-shek (1887 – 1975) como su primer comandante. Con los egresados de esta academia, se organizó el Ejército Revolucionario Nacional, que inició la Expedición al Norte en 1926 para combatir a los Señores de la Guerra y lograr la reunificación nacional.
Nubarrones de incertidumbre y desasosiego se asomaban en el horizonte. Primero, la rebelión de los comunistas, y después la invasión japonesa, que causó una guerra de resistencia de ocho años de duración. Al término de la Segunda Guerra Sino-Japonesa, volvió a recrudecer la rebelión de los comunistas.
En medio de la intensa efervescencia política que vivía el país, la República de China logró promulgar su Constitución Nacional en 1947, iniciando el mandato constitucional en todo el país.
Tras la Guerra Civil en China, el Gobierno Central trasladó su sede a Taiwan; dejando el territorio continental en manos de los comunistas. En Taiwan, la República de China ha dado un ejemplo de uno de los más espectaculares modelos de desarrollo político, económico y social en el mundo. Hoy, la República de China cumple su centenario con una clara visión de mayor auge y prosperidad, con el fin de encaminarse a un futuro más brillante y prometedor para su pueblo.