Los productores de café estamos ya en otra recolección del grano. En esta oportunidad con muchas esperanzas, pues después de 10 años de precios muy por debajo de las necesidades de inversión para producir eficientemente, e incluso abajo del costo de producción, los precios internacionales han mejorado. Hay dudas sobre cuanto tiempo durará esta bonanza y si el cambio climático nos permitirá aprovecharla, pero por el momento, tenemos expectativas positivas.
La caficultura es un “negocio” de proceso encadenado que comienza con el productor y termina con la persona que disfruta una bebida que le da satisfacción y energía. Este proceso tiene muchos participantes y todos lo hacen por lucro, o sea que cada uno vela por su beneficio económico. Pero es necesario reconocer que los integrantes más importantes de esta cadena productiva están al principio y al final, o sea el productor y el consumidor final.
El Salvador ha sido un país productor de café cuya historia ha sido escrita con pasajes relacionados a la caficultura. Fue el café el que desarrolló el país hasta los años 70s y 80s, cuando lo satanizaron y lo convirtieron en un sector del cual los gobiernos se financiaron para lograr sus objetivos, olvidándose de promover su sostenibilidad para el continuo desarrollo y productividad.
Nuestra realidad actual es difícil; nos encontramos con muchos retos que no tienen una sola solución sino muchas aristas que debemos resolver. Una vez más tenemos un gobierno de turno que nos ofreció hacer lo necesario para promover el desarrollo de la caficultura y de esto todavía no hemos tenido un beneficio real y sostenido. Los planes son buenos y hemos sido parte de ellos, pero no es justo continuar con un sector deprimido y de subsistencia cuando podría ser un apoyo a la economía de muchas familias en las zonas cafetaleras, seguir siendo el pulmón ecológico de El Salvador evitando los problemas sociales y medioambientales que tenemos.
Considero que ya es hora de hacer algo concreto y contundente para los productores, somos el principio de la cadena productiva. El Instituto Salvadoreño del Café es una institución que no puede esperar más, tenemos la necesidad de un ente que impulse la investigación y el desarrollo. Para darnos respiro financiero, es urgente tener incentivos fiscales de carácter temporal, ser creativos para facilitar los procesos burocráticos del negocio y el financiamiento adecuado para levantar la productividad de las fincas. Con estas acciones el productor tendría la tranquilidad para trabajar con dedicación y seguridad jurídica. El café de El Salvador merece ser declarado de interés nacional.
Estamos ante muchos aspectos disruptivos: altos costo de mano de obra (no estamos en contra de esto), incremento desmedido de los insumos, una pandemia que aún nos tiene con miedo, altos costos de fletes internos y externos, incremento de costo de beneficiado, y debo decirlo, la inseguridad en el campo continúa siendo un tema pendiente de resolver. Adicionalmente, el mercado internacional también tiene su propia dinámica y problemas de costos y presiona al productor, negociando el precio. Necesitamos urgentemente agilidad y mejores políticas para que nos podamos desarrollar y dejarnos hacer lo que ya sabemos hacer: Trabajar con responsabilidad, pasión y entusiasmo como buenos cafetaleros Salvadoreños.
José Guillermo Alvarez P. (Epe)
Dic. 17 2021