Por Mario Duarte.
Existe un claro, doloroso e indignante sentimiento de conformidad respecto a ese mal que azota sin piedad las repúblicas latinoamericanas desde hace más de cien años llamado corrupción y que en la actualidad la inmensa mayoría lo ve como algo normal, inevitable, como una incurable patología con la cual hay que acostumbrarse a vivir.
Dicha aceptación es un escupitajo a la Ética, la Moral, la Deontología y a la Axiología. Muchos al aceptarla emiten egregias y burdas apologías en su favor y honor, como si la maldad, la ignorancia y la estulticia fueran parte esencial de la naturaleza humana. Una posición muy alejada del intelecto y la evolución del ser humano.
El hecho de que exista tan “odiado amigo”, no quiere decir que sea parte vital de la existencia del hombre y de su vida en sociedad, nada tan reprobable y aborrecible como tal mentalidad y convencimiento.
A todos aquellos que no lo aceptamos y lo atacamos con nuestras ideas, acciones y escritos, nos tachan de “IDEALISTAS”, nada más errado e ignaro, porque el Idealismo no es sinónimo de “IRREALIDAD”, sino de avance y búsqueda constante de la excelencia en el ser human, como lo dejara clara, inequívoca y categóricamente establecido el médico, escritor y filósofo argentino José Ingenieros en su ópera magna “El Hombre Mediocre” hace más de setenta años atrás.
Sostener y aceptar la corrupción como un mal inevitable, es simplemente ser parte de ese mal, ya sea por ignorancia del espíritu moral del hombre o por hipocresía y falsedad, y ello es así y no de otra forma, porque toda la educación del hombre ha sido enfilada para lograr la superación intelectual, moral, ética y espiritual del mismo. Dicha educación se ve reflejada en la evolución política de la humanidad, especialmente en sus instituciones. Desde la familia hasta el Estado, existen valores, principios y derechos fundamentales que diferencian al hombre de las bestias. Han transcurrido miles de años desde las atrocidades de los primeros reinos e imperios, y el hombre ha ido avanzando y luchando en contra de la barbarie y la bestialidad, a través de logros políticos, sociales, éticos y morales, como la creación de la democracia moderna, por lo tanto el sólo pensar que la corrupción es un mal inevitable, es cobardía y falta absoluta de la comprensión de la evolución integral de la humanidad.
Debemos recordar siempre que un pueblo instruido, educado, culto y crítico, es un pueblo sano, vital, justo y como lo refleja la palabra, “humano”…