En su Discurso sobre el Estado de la Unión, Barack Obama dejó en claro cuáles son los desafíos que enfrenta su país. Desafíos que no podrá resolver durante su magistratura, opina Christina Bergmann.
A veces, menos es mejor que más. En lugar de concentrarse en ciertos temas, el presidente de EE. UU., Barack Obama, mencionó en su discurso casi todas las áreas de la política interna necesitadas de mejoras o reformas, que no son pocas, señal de que la situación de ese país no es demasiado promisoria, como él mismo se encargó de aclarar. Se imponen reducciones de presupuesto hasta un nivel en el que sea posible financiarlo. Medicare –el seguro de salud para personas mayores de 65 años- debe ser reformado, y se deben tapar múltiples agujeros impositivos. Urge crear empleos, sobre todo en la industria, y se debe fortalecer más la educación, además de tener que tomarse medidas contra el calentamiento global. También se debe levantar la alicaída infraestructura del país e impulsar reformas en la política inmigratoria. Y, last but not least, se deben endurecer las leyes de posesión de armas. Esa es la lista de las tareas que Obama enunció durante su discurso.
Las mismas exigencias, las mismas resistencias
Pero todo eso ya fue dicho alguna vez. El presidente de los Estado Unidos hizo solo unas pocas propuestas concretas, como, por ejemplo, el aumento del salario mínimo a nueve dólares por hora, y también dijo estar dispuesto a imponer medidas por decreto en caso de que el Congreso no actuara para reducir la polución ambiental.
Sin embargo, es allí justamente donde reside el problema: en el Congreso, que sigue dominado, como siempre, por los Republicanos. Éstos no parecen estar dispuestos a hacer concesiones, exceptuando las concernientes a la reforma inmigratoria. En su réplica al discurso de Obama, uno de los senadores republicanos del Estado de Florida, Marco Rubio, repitió como un mantra el punto de vista de su partido: menos Estado, esa es la panacea, y el problema es el presidente, algo que suena mucho al estancamiento legislativo que marcó los últimos años.
¿Y la política exterior?
Obama, galardonado con el Premio Nobel de la Paz en 2009, solo la rozó al pasar. En cuanto a las tropas estadounidenses en Afganistán, su retirada sigue en marcha, y está previsto que unos 34.000 soldados abandonen territorio afgano en los próximos dos años, hasta 2014. El presidente dejó en claro que, en el futuro, EE. UU. enviará tropas solo como último recurso, también en la lucha contra el grupo terrorista Al Qaeda. Es decir, que el mundo no podrá esperar que sea EE. UU. el que siempre entre en acción cuando las papas queman.
Obama, que viajará a Israel en marzo próximo, ratificó su apoyo a ese país en materia de seguridad, una frase ya casi obligatoria para un presidente estadounidense, a no ser que quiera exponerse de inmediato a las críticas. Hubo advertencias para Corea del Norte, con una referencia a su reciente test nuclear, y también para Irán. Barack Obama tampoco olvidó mencionar que piensa dar una firme base jurídica a su controvertido programa aéreo con drones, y acordar con Rusia una reducción del arsenal nuclear de ambos países. La misma importancia en cuanto a temas fue designada a sus medidas contra los ciberataques. En cuanto a Europa, anunció que se intensificarán las conversaciones acerca de un tratado transatlántico de libre comercio. Pero la fuerza que dio impulso al discurso de Obama fue, sin duda, la política interna, en especial, la creación de puestos de trabajo.
El presidente de EE. UU. parecía más suelto y más decidido que en el pasado, pero eso no sorprende. Después de todo, ya no tiene que luchar por una reelección. Sin embargo, le queda muy poco tiempo para influir en los cambios mencionados, ya que a fines de 2014 se llevarán a cabo nuevas elecciones para la Cámara de Representantes. Si su Gobierno llevase a cabo al menos la reforma inmigratoria, eso, junto con la reforma sanitaria de su primer período, sería ya un logro importante. El tiempo no le alcanzará para más, por lo cual su lista de tareas se puede interpretar más bien como un legado para su sucesor –o sucesora-. Y es, al mismo tiempo, un revelador balance sobre la situación real de EE. UU.
Autora. Christine Bergmann (CP)
Editor: Pablo Kummetz