Lic. Fernán Camilo Álvarez Consuegra
Editor de PUBLICACIÓN ACCION http://publicacionaccion.blogspot.com
San Salvador, 20 de agosto de 2020.
El potencial operativo de la Fuerza Armada y su armamento, son cuestión de Seguridad Nacional: su utilización política, los vuelve tema de dominio público. Su manipulación por parte del Ejecutivo y los troles de Bukele, destruyen el sistema democrático desde su base: la voluntad e intereses del ciudadano. Puede apreciarse la intención de utilizar a la Fuerza Armada con fines que no son los que prescribe la Constitución: la defensa de la soberanía nacional.
En la página “defensa.com”, con fecha 5/noviembre/2013, se encuentra el artículo titulado: “Balance Militar El Salvador-Honduras”: sirve de ilustración sobre los armamentos de los dos países, para entender las razones geopolíticas, que señalan las prioridades geoestratégicas y, el armamento necesario, para lograr los objetivos a defender.
El Salvador, no tiene conflictos soberanos con Guatemala ni con Nicaragua: ya fueron resueltos desde principios del siglo XX, pero sí, con Honduras que tiene pretensiones soberanas, sobre nuestro mar territorial. Durante los años 30, el General Maximiliano Hernández Martínez, procuró ayudar en Honduras, a una de las facciones, para poner fin a cualquier conflicto futuro con El Salvador, pero sus esfuerzos fueron infructuosos.
Esto nos lleva a concluir que, la Fuerza Armada es un disuasorio de tales pretensiones; un disuasorio último, pues primeramente son nuestras relaciones comerciales con toda Centroamérica y la necesidad de un paso libre entre el Atlántico y el Pacífico, como alternativa o desahogo del Canal de Panamá.
Nuestro armamento moderno, desde las adquisiciones del Presidente Don Pio Romero Bosque, a final de los 20´s, fue armamento español repotenciado. Utilizado inicialmente en la guerra del Rif (1911 a 1927), luego fue vendido (reparado y puesto a punto, en su estado original) a México, Argentina y otros países latinoamericanos. Nuestro armamento actual (barcos, helicópteros y fusiles) fueron donaciones de los Estados Unidos, procurando mantener en Centroamérica un balance armamentista, y que tales armas sirviesen a sus ejércitos, pero que no fuesen determinantes en un conflicto regional, si alguno se diese. Es la razón de tener armamentos similares con Honduras.
Las armas que sirvieron en la guerra con Honduras (fusiles G3), adquiridas con capital privado e inicialmente, en forma clandestina, prueban lo complicado que es la compra internacional de armas. Los aviones Mustang que fueron comprados en esa época, habían servido en la Segunda Guerra mundial y salieron de contrabando de Estados Unidos, volando clandestinamente sobre México, hasta llegar a Guatemala; nuestros cañones 105 yugoslavos, siguieron un tortuoso camino, igual que los anteriores: podría escribirse una novela de espionaje e intriga diplomática.
Hoy se hace pública una permuta de armas, para crear un efecto político electoral, dejando al descubierto, la realidad de nuestra Fuerza Armada, acentuando el desbalance con Honduras que se basa, no sólo en el número de armas, sino en la conducción y capacidad de sus dirigentes. La utilización política de la Fuerza Armada y la manipulación de las demás instituciones públicas, destruyen la unidad nacional y, la capacidad de respuesta a una amenaza.
La corrupción revelada por el periodismo investigativo, en la restauración de un helicóptero Bell, por el Ministerio de Defensa, refleja la posible utilización del material bélico, en cuestiones internas del país, para reprimir posibles estallidos sociales, ya previstos por el Ejecutivo, ante la crisis económica que se nos avecina. La crisis ha sido agravada por la lucha emprendida por el Gobierno contra otros Órganos del Estado.
La interpelación al Ministro de Defensa, probaría la sujeción del poder militar al poder civil y así, evitar abusos del Ejecutivo. Si la Asamblea Legislativa no reestablece el equilibrio de poder, roto por el Ejecutivo, su restauración recaerá en la gremiales, sindicatos y organizaciones cívicas.