Incluso si Grecia se arruina, el euro seguirá siendo una moneda atractiva. Salirse de la UE no es una alternativa realista para los miembros de la zona euro, dicen expertos alemanes.
“Si el euro fracasa, fracasa Europa”, dijo la canciller federal, Angela Merkel, a mediados de mayo, durante la entrega del Premio Internacional Carlomagno de la ciudad de Aquisgrán al primer ministro polaco Donald Tusk. Y la frase le sonó tan bien, que la repitió pocos días después en el Bundestag, la cámara baja del Parlamento alemán.
“Si el euro fracasa, fracasa Europa”. La frase suena bien. Aunque desde el punto de vista económico tiene una desventaja: ¡carece de sentido! Pues una moneda no puede fracasar, llámese euro o Mickey Mouse. Mientras alguien la acepte como medio de pago, la moneda puede perder valor, pero no fracasar, dice Jürgen Matthes del Instituto de la Economía Alemana (IW, por sus siglas en alemán).
“Desde la perspectiva de los inversores extranjeros, una bajada del euro significa perder dinero. En ese sentido sí que tiene consecuencias. Pero de ahí a decir que el euro fracasaría; eso es, desde este punto de vista, sencillamente difícil de sustentar”, asegura Matthes.
Salirse de la UE, para volver a entrar
Bildunterschrift: Großansicht des Bildes mit der Bildunterschrift: Canciller Angela Merkel (d) y vice Guido Westerwelle en el Bundestag: debate final sobre paquete de rescate de zona euro (Mayo, 2010).A lo que la canciller puede haber querido referirse con su consigna es al peligro de que la moneda de la Unión Europea (UE) se desestabilice si a algún miembro se le ocurre dejar la zona euro. Pues expulsar a un miembro es imposible, aclara Jürgen Matthes: “No existe sustento legal para esta medida. Lo que tenemos ahora con el Tratado de Lisboa – que vale para la UE desde el pasado diciembre – es que por primera vez se contempla jurídicamente el derecho de retirarse”. Sin embargo, un Estado sólo puede salirse completamente de la UE, y no selectivamente de la zona euro.
En teoría, un país puede solicitar su salida de la UE para volver a ingresar un minuto después y habría perdido con ello la pertenencia a la zona euro. Pero para Michael Hüther, Director del IW, no es realista en este momento discutir sobre la expulsión o la retirada de un miembro de la unión como una opción.
Una retirada tendría que ser negociada y sólo es imaginable en relación con países de monedas débiles, que se retiren con la esperanza de poder organizar la devaluación monetaria que no pueden lograr en este marco regulado. “Y ello desencadenaría una reacción masiva de los inversores privados, que correrían a los bancos para hacerse pagar en efectivo sus fondos en euros”, asegura Hüther.
Bildunterschrift: Großansicht des Bildes mit der Bildunterschrift: Jürgen Matthes, especialista en política económica internacional en el Instituto de la Economía Alemana.Retirada en calma… ¿o en secreto?
La deuda griega, con una denominación del 95 por ciento en euros y 5 por ciento en dólares estadounidenses, tiene que seguir siendo servida así. De modo que “tendríamos entonces un enorme encarecimiento de las importaciones, especialmente de las de materias primas”, advierte el director del IW. Pero tal situación, opina Hüther, es poco previsible. Una retirada sólo podría hacerse “si se hace en calma”.
En calma, o preparada en secreto y anunciada por sorpresa, de modo que los inversores no tengan oportunidad de retirar antes el dinero de los bancos. Sólo de ese modo podrían tener sentido los más recientes rumores de que Grecia está imprimiendo y acuñando dracmas en secreto.
De “ridículas” calificó el ministro de Finanzas, Giorgos Papakonstantinou, tales especulaciones e invitó a un equipo de televisión a visitar el sitio donde se acuña la moneda griega. Así los ciudadanos pudieron verlo con sus propios ojos en el noticiero: las máquinas sólo producen euros, nada más.
Grecia no es un tigre asiático
Bildunterschrift: Großansicht des Bildes mit der Bildunterschrift: Michael Hüther, director del instituto de la Economía Alemana.No obstante, “una retirada sorpresiva sería quizás técnicamente viable”, aclara Jürgen Matthes. Pero sólo en caso de que ésta pudiera mantenerse en secreto, lo que resulta verdaderamente ilusorio. Tener una moneda propia sería estupendo. El país en cuestión podría devaluarla, se volvería con ello nuevamente competitivo y podría empezar de cero.
Eso sí, tendría que darse por sentado que los sindicatos no jugarían en contra y que no se echaría a andar una espiral inflacionaria de aumento de precios, originado por el aumento de los salarios, provocado a su vez por el aumento de los costes de producción.
Esto funcionó en la crisis asiática, recuerda Matthes. “Pero si se mira en la historia y se contempla también cuán fuertes son todavía los sindicatos en el sur de Europa, hay que dudar de que (tal camino) pueda resultar en la región”.
Autor: Rolf Wenkel / Rosa Muñoz Lima
Editor: Pablo Kummetz