Transcurrió el 12 de octubre sin remembranzas ni celebraciones del 518.º aniversario del descubrimiento de América por Cristóbal Colón, en 1492, antes objeto de festejos. Si bien fue un acontecimiento crucial de la historia, prevalece la tendencia crítica. Hay comprensión estrecha de la historia. El descubrimiento dio pauta a una expansión civilizadora y a revelaciones científicas, geográficas y culturales de valor extraordinario. La hazaña de Colón se dignifica como día nacional de España. Acá se vitupera.
El mismo 12 de octubre se inauguró el Congreso Nacional Indígena, donde el presidente Mauricio Funes en nombre del Estado les pidió perdón por la persecución de que fueron víctimas, entendemos en el período republicano.
Valoramos los logros de las civilizaciones indígenas en múltiples campos, por ejemplo, en la astronomía y la exactitud de los calendarios. Se admira la arquitectura de los mayas, toltecas, incas, aztecas, etc. Se ha declarado la pirámide de Kukulkán de Chichén Itza como una de las nuevas siete maravillas del mundo moderno, al igual que el sitio arqueológico de Machu Picchu. Tenochtitlan asombró a los españoles. Las ruinas de Tikal, Copán y en nuestro país, el Tazumal, son vestigios de su grandeza.
Se observa que en el siglo XV, en Asia y Europa, la ciencia crecía velozmente y en este continente no había un progreso tecnológico similar, pero no puede desconocerse sus manifestaciones en el arte, la medicina, la botánica y la ingeniería. Afirman, en el sentido opuesto, que no utilizaban la rueda, la tracción animal, la navegación a vela, el vidrio, instrumentos de metal, la destilación, etc. y que sus métodos de producción eran depredadores del ambiente; pero el nativo era respetuoso de la madre naturaleza, que deificaba.
España introdujo los avances del viejo mundo a la vez que colapsó el desarrollo autóctono. Utilizaron la mano dura para dominar a los indígenas, a la vez que implantaron el cristianismo: la espada y la cruz para trasplantar su feudalismo y religión. Nada justifica atrocidades ni discriminaciones. Por eso enaltecemos figuras relevantes como fray Bartolomé de las Casas, defensor de los indígenas y normativas humanistas del Derecho de Indias.
Algunos pueblos se aliaron con el invasor, como los tlaxcaltecas que acompañaron a Pedro de Alvarado en la conquista de Cuscatlán. La historia es compleja y objetiva, recoge hechos positivos y acontecimientos deleznables.
El constitucionalismo moderno se preocupa por el multiculturalismo y los derechos de las minorías étnicas, por ejemplo les confiere derechos de acceso a cargos públicos por medio del aseguramiento de representación política.
La Constitución salvadoreña reconoce la riqueza histórica y arqueológica del país como tesoro cultural, así como las lenguas autóctonas, y contempla el deber de adoptar políticas de población. Se presentó el 2008 una propuesta de reforma constitucional a la Asamblea Legislativa, respaldada por el procurador para la Defensa de los Derechos Humanos, para la protección de comunidades indígenas, que no ha prosperado.
La ONU aprobó el 2007 la Declaración sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas. Se insta en el país la ratificación del Convenio 169 de la OIT, para el reconocimiento de la posesión de tierras ancestrales, lo que deberemos analizar.
Según Alberto Masferrer, la palabra raza no debería tener sentido, dado que el problema es de culturas; propugnaba por una expresión espiritual del hombre de América, cuando aludía al lema de Vasconcelos, hoy de la UNAM: “Por mi raza hablará el espíritu”.
El indigenismo es intrínsecamente legítimo, pero debe precaverse de intentos de manipulación por grupos que persigan intereses ajenos. Hay debate sobre “el cruce de dos culturas” en el proceso de integración social del 12% de la población indígena censada, lo que no obsta la relevancia del descubrimiento.