“La intervención estatal en los mercados de divisas es problemática”, dice experto alemán, en alusión a medidas tomadas en Latinoamérica para frenar caída del dólar: “Un banco central no puede imponerse ante el mercado”.
La creciente demanda mundial de los productos primarios explotados en los países latinoamericanos y las prometedoras perspectivas de crecimiento económico de la región atraen desde hace meses a inversionistas acaudalados y los dólares han terminado por inundar las economías locales. Y el valor actual del dólar, reducido con cálculo desde Washington, es una amenaza para la competitividad de los latinoamericanos porque encarece sus exportaciones.
Los peligros de una moneda fuerte Buscando la forma de contrarrestar esta tendencia, los bancos centrales de Brasil, Chile, Perú y Colombia, por ejemplo, han venido aplicando medidas contundentes que van desde la compra masiva de dólares hasta el establecimiento de regulaciones para frenar el ingreso descontrolado de capitales. Chile tiene pautado adquirir divisas por el orden de los 12.000 millones de dólares en 2011 y en Brasil se habla de fijar impuestos especiales para desalentar inversiones foráneas de corto plazo que pudieran generar movimientos especulativos.
Para atenuar la fuerte apreciación del peso, Chile también simplificó el proceso burocrático para agilizar las salidas de las exportaciones y anunció que sus fondos de pensiones podrían incrementar sus inversiones en el extranjero. Brasil complementará sus medidas tributarias con otras de carácter cambiario, en caso de que el real se siga fortaleciendo frente al dólar. El banco central de Perú se mantendrá vigilante para continuar limitando la apreciación del sol mediante la compra de billetes estadounidenses.
Diseñando una solución En octubre, Bogotá dejó de traer cientos de millones de dólares a Colombia al decidir pagar en el exterior dividendos por 1.400 millones de dólares de la estatal Empresa Colombiana de Petróleos (Ecopetrol); el Gobierno colombiano también eliminó la exención tributaria para los intereses de los préstamos en el exterior con miras a proteger al peso de presiones externas. Por su parte, el banco central venezolano dejó saber que anularía la tasa de cambio preferencial de 2,6 bolívares por dólar que se ha aplicado para la compra de alimentos y medicinas.
Algunos analistas sostienen que medidas como la del Gobierno de Hugo Chávez golpeará a los venezolanos más pobres. Pero, ¿y qué hay de las medidas planeadas por los países vecinos de Venezuela? ¿Pueden los bancos centrales latinoamericanos proteger a las monedas regionales de una revalorización excesiva? Deutsche Welle conversó al respecto con el Dr. Christian Dreger, experto en análisis de coyunturas financieras del Instituto Alemán para la Investigación Económica (DIW, por sus siglas en alemán) de Berlín.
Deutsche Welle : ¿Qué factores dieron inicio a esta tendencia?
Christian Dreger : La política monetaria de Estados Unidos procura darle impulso a su economía, cuya situación es bastante frágil en este momento. Hasta hace poco las finanzas estadounidenses evidenciaban síntomas de mejoría, pero sus perspectivas a mediano plazo no son muy alentadoras: los niveles de consumo han aumentado, pero no se van a poder mantener debido a la duplicación del número de desempleados, al aumento del desempleo prolongado, al estancamiento de los sueldos y al marcado endeudamiento de los hogares.
Eso hace que la economía estadounidense siga corriendo el riesgo de perder tracción y el banco central aplica el mecanismo de la flexibilización cuantitativa con miras a combatir los factores que propician la deflación y las posibles secuelas de ésta. La consecuencia es que el dólar se ha devaluado y otras monedas se han revalorizado. La tendencia en América Latina es heterogénea: la moneda argentina se devaluó, las de Perú y Colombia se revalorizaron sutilmente, el valor del peso mexicano subió en un 5 por ciento y las monedas de Brasil y Chile se revalorizaron en un 10 por ciento.
La fortaleza de sus respectivas monedas le ha causado problemas económicos a Brasil, Chile y México porque sus exportaciones –que dependen mucho de las tasas de cambio– se han encarecido y esto perjudica sus niveles de competitividad comercial en los mercados internacionales. Además, grandes cantidades de capital extranjero comienzan a circular en esos países y crece el riesgo de que se creen ‘burbujas’ nada saludables para sus economías.
¿De qué manera influyen la crisis del euro y la economía china sobre la situación económica de América Latina?
La situación en América Latina se ve influenciada por muchos factores. En general, la región saca provecho a sus prometedoras perspectivas de crecimiento porque salió relativamente ilesa de la crisis financiera global que comenzó en 2008. En países como Venezuela se vieron evoluciones económicas desastrosas, pero Brasil y Chile se desarrollaron positivamente y los tipos de cambio actuales reflejan las expectativas que se tienen de cara al crecimiento de Brasil y Chile.
A principios de 2010, las tasas de cambio revelaban que las monedas de los países latinoamericanos eran más débiles que el dólar porque las expectativas de crecimiento de Estados Unidos eran mucho mayores entonces que ahora; hoy, los países latinoamericanos que cuentan con grandes yacimientos de materias primas se ven beneficiados por el comercio con China. Y, en lo que respecta a la zona euro, la crisis de las deudas obliga a todos los países comunitarios a aplicar medidas de consolidación fiscal que, aunque convenientes a largo plazo, frenan el crecimiento europeo, incrementan las perspectivas de desarrollo económico de varias economías latinoamericanas y catalizan la revalorización de sus monedas.
Varios países latinoamericanos han establecido medidas drásticas para frenar la apreciación abrupta de sus monedas. Desde la perspectiva europea, ¿qué críticas haría usted a las soluciones contempladas?
Cuando un país determinado recibe un flujo intenso de inversiones extranjeras está claro para todas las partes que los inversionistas esperan obtener garantías de seguridad para sus capitales y beneficios concretos. Por ejemplo, réditos más altos que los que los inversionistas habrían conseguido de haber llevado su dinero a otra nación; réditos más altos que, además, están justificados por las perspectivas de crecimiento del país en cuestión. ¿Por qué tendría este país que fijar impuestos a las inversiones extranjeras?
Por otro lado, la intervención de uno u otro Estado en los mercados de las divisas para influir sobre las tasas de cambio –mediante la compra de grandes cantidades de dólares, por ejemplo– es una medida problemática porque esos mercados son demasiado grandes para dejarse manipular de esa forma. Un banco central no puede imponerse ante el mercado de esa manera, defendiendo un tipo de cambio determinado o negándose a aceptar la revalorización de una moneda frente a otra.
Lo que sí se puede lograr mediante intervenciones semejantes es enviar señales convincentes al mercado para que a los inversionistas extranjeros se les haga más difícil especular con una moneda dada en una dirección no deseada por un banco central determinado. Es posible atizar el temor de potenciales especuladores a un aumento en el riesgo de pérdidas: a medida que el tipo de cambio se distancia de los valores que el mercado percibe como beneficiosos para un banco central, crece también el riesgo de pérdidas que deben enfrentar los especuladores.
Autor: Evan Romero-Castillo / dpa / Reuters
Editora: Emilia Rojas Sasse