En mi anterior artículo recogía esa sabia e ingeniosa definición del matrimonio que hacia el insigne escritor inglés del siglo pasado, Gilbert K. Chesterton, cuando decía que el matrimonio es “el único Estado voluntario; el único Estado que crea y que ama a sus ciudadanos.” Y si se entiende bien, entonces se comprende lo que dice Gary Stanley Becker, Premio Nobel de Economía en 1992 sobre la familia matrimonial con sus hijos.
Para Becker, la familia es el fundamento de la economía. Para afirmar esto, Becker parte de tres conceptos y principios básicos de la economía: 1.- Los agentes económicos: personas y organizaciones que intercambian bienes entre sí para obtener beneficios. 2.- El lugar donde se realiza ese intercambio: el mercado. 3.- Los factores de producción (tierra, trabajo y capital) con los que se elaboran esos bienes que los agentes necesitan. Pero Becker piensa que hay un cuarto factor de producción de mayor importancia que los tres anteriores: el capital humano y lo entiende como todas aquellas habilidades y cualidades humanas que la persona tiene al nacer, que va acumulando durante la vida y que contribuyen a que “realice su trabajo de manera más eficiente, aumentando su productividad.”
Los economistas dicen que una sociedad busca utilidades crecientes, máximas, y un bienestar a lo largo del tiempo. ¿Como se incrementa la riqueza? Mejorando cada año los procesos generadores, de producción e intercambio. Y aquí entra la familia, según este premio Nobel, porque “la familia realiza una gran inversión en capital humano”. La hacen los padres en sus hijos, en salud y educación, por ejemplo. La inversión es muy grande –dice Becker- pero desde el punto de vista económico, el beneficio para los padres es muy bajo. Nadie más la haría sino los padres, ni siquiera el gobierno. De hecho, esta inversión implica una renuncia a otros bienes materiales (vehículos, viajes, etc.). En palabras de Becker, los padres realizan todo eso porque son “altruistas” y le dan un valor superior a ese altruismo que a cualquier otro bien.
Y la segunda afirmación rotunda de Becker es que “La sociedad no crece ni se desarrolla si no invierte en capital humano.” Pero ese capital humano debe tener alta calidad profesional, cívica y moral. Y explica que si no hubiera papás interesados en el bienestar de sus hijos, no se hubiera dado un desarrollo económico como el que se dio en Estados Unidos cuando a mediados del siglo pasado muchos padres enviaron a sus hijos a las universidades, haciendo serios sacrificios afectivos y económicos. Esto posibilitó, según Becker, ese pujante desarrollo porque el capital humano fue óptimo.
También dice que los hijos son una de las razones por los que una pareja desea casarse y que desde la perspectiva económica los hijos son bienes durables para los padres aunque de pequeños “no producen nada”, pero en el futuro sí lo harán. Por eso afirma que es necesario que los matrimonios tengan hijos porque eso es lo que garantiza el crecimiento económico prolongado de un país. Y añade que sólo con familias numerosas se podrá resolver el problema de pobreza en el mundo.
Que el aumento de población favorece el crecimiento económico ya lo habían demostrado otros dos Premios Nobel de Economía: Simon Kuznets (P.N.1971) y F.A. von Hayek (P.N.1974). También el magno trabajo de Julian Simon en sus dos libros: “Populations Matters (1990) y “The Ultimate Resource (1996). Pero lo importante, sobre todo para los hispanoamericanos con una estructura matrimonial y familiar tan deleznable, es el aporte de Gary Becker cuando insiste no solo en el número de hijos, sino en el desarrollo de su “valor económico” dentro del ámbito familiar de matrimonios estables.
Por eso no se recata en calificar el divorcio como una lacra económica y social. ¿Por qué busca divorciarse una persona –se pregunta y contesta Becker- Porque ve en ello un beneficio. ¿Pero en realidad lo es? Y el juicio de este economista es negativo: el divorcio produce serios daños, tanto en individuos (principalmente los hijos) como en la sociedad y en el Estado porque, cuando la pareja se separa, tienen que destinarse nuevos recursos (casa, luz, teléfonos, etc.) antes ya asignados con eficiencia.
¿Qué diría Becker del valor económico de nuestra sociedad? ¿Qué diría de una serie de hijos procreados por machos irresponsables en varias mujeres después abandonadas?… No necesitamos que nos lo diga. Basta hojear los periódicos y contar los delitos y asesinatos de cada día. De hogares desechos, de padres irresponsables, el fruto, con frecuencia, está a la vista: hijos delincuentes.
Sólo el matrimonio natural, fiel y perenne hasta la muerte y su amor generoso en la crianza y educación de sus hijos es la piedra angular de la economía y del progreso en armonía y paz social. Lo contrario es pura cultura de la muerte, para nuestro país y para cualquier país, aunque produce beneficios económicos y políticos para la mafia del Nuevo Orden
Mundial.