El Gobierno holandés quiere reducir las emisiones de nitrógeno hasta 2030. Esta nueva normativa significaría la ruina para muchos agricultores en uno de los países agroexportadores más importantes del mundo.
Por lo general, los titulares sobre el éxito de losPaíses Bajos como gran productor agrícola mundial suelen centrarse en sus pioneros métodos y sus invernaderos futuristas. Pero en las últimas semanas una ola de protestas, a veces violentas, ha acaparado la atención mundial.
Los agricultores holandeses están indignados por los planes medioambientales del Gobierno. Muchos se enfrentan a lo que consideran un ultimátum imposible: acabar con la contaminación o vender su granja.
«Creo que hay una agenda para hacer de Holanda un país diferente. Y los ganaderos son una molestia en este camino», dice Ad Baltus, un ganadero de 52 años que mantiene unas 130 vacas lecheras cerca de Alkmaar, en el norte de Holanda. «Quieren cambiar todo el paisaje». ¿Cómo? «Más naturaleza, más campos [de paneles solares]. Necesitan terrenos para construir casas, industrias. Y ese espacio lo tenemos que ceder nosotros, los agricultores».
Un país pequeño con muchas vacas
Durante un recorrido por las tierras que trabaja desde hace 40 años, explica que, aunque no aprueba la violencia en las manifestaciones, sí entiende el enfado de los agricultores. Él mismo ha salido a protestar.
La disputa está relacionada con el nitrógeno, un abono esencial para el crecimiento de las plantas. Cuando se libera demasiada cantidad de esta sustancia en el medio ambiente, puede perjudicar la calidad del aire, del agua y del suelo y, en última instancia, de la biodiversidad.
Los activistas del medio ambiente culpan de la contaminación al modelo de agricultura intensiva de los Países Bajos, que tiene con diferencia la mayor concentración de ganado de la Unión Europea. Los Países Bajos es el segundo mayor exportador agrícola del mundo, después de Estados Unidos, un país con 237 veces más de superficie. La agricultura y la horticultura holandesas representan el 10 por ciento de la economía nacional y el 17,5 por ciento de las exportaciones (65.000 millones de euros al año).
Un ultimátum amargo: acabar con la contaminación o vender la granja
La contaminación por nitrógeno en los Países Bajos procede sobre todo de la agricultura, en particular de la ganadería intensiva para carne y productos lácteos, así como del transporte. Provoca acidificación del suelo y, en las aguas, un proceso llamado eutrofización, que se produce cuando la escorrentía de nutrientes reduce la concentración de oxígeno en el agua y da lugar a un denso crecimiento de las plantas.
La Haya ha presentado propuestas radicales con las que espera solucionar definitivamente el problema. Después de que los tribunales nacionales y de la Unión Europea impusiesen endurecer las medidas relativas al nitrógeno, el Gobierno holandés se propone ahora reducir a la mitad las emisiones de esta sustancia hasta 2030. El sector agrícola debe reducir la contaminación por nitrógeno hasta en un 70 por ciento, las granjas situadas en las zonas protegidas por el programa Natura 2000 de la Unión Europea son las que se enfrentan a las restricciones más estrictas.
«La crisis actual es el resultado de 30 años de inacción»
Esto significa que muchos agricultores tendrán que cambiar su estrategia radicalmente o cerrar por completo. La Haya ha destinado 25.000 millones de euros a financiar técnicas de reducción del nitrógeno o a comprar determinadas fincas.
«La realidad es que no todos los agricultores podrán seguir con su negocio», dijo el Gobierno en junio, provocando indignación entre los agricultores. Para Natasja Oerlemans, del Fondo Mundial para la Naturaleza, la crisis actual es «el resultado de 30 años de inacción, a pesar de todos los informes científicos y las advertencias».
«Nosotros, como sociedad, hemos permitido que se produzca este equivocado sistema alimentario», comenta la expolítica, «y somos responsables de ofrecer a los agricultores alternativas».
El productor lácteo Baltus ha tenido suerte: él sólo tiene que reducir las emisiones de nitrógeno en un 12 por ciento. Costará dinero, dice, pero no tiene intención de vender el negocio que lleva en la familia unos 200 años. «Mis antepasados lo hicieron de otra manera», dice Baltus. «La generación que me sigue lo está haciendo también de forma diferente, y espero que mejor».
(ies/jov)