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La violencia alcanza en Libia terribles dimensiones. Altos cargos del país y políticos europeos empiezan a pronunciarse claramente en contra de Muammar al Gaddafi, que según se dice podría encontrarse en retirada.
Después de un fin de semana cargado de protestas, este lunes (21.02.2011) empezaban los consorcios internacionales a retirar a su personal de Libia. Lo hacía la compañía alemana RWE, que organiza actualmente su posible entrada en el negocio del gas libio. Lo hacía el consorcio petrolero noruego Statoil y el británico BP. El precio del crudo subía y las bolsas europeas se tambaleaban al ritmo de la crisis del país norteafricano.
También este lunes se reunían los ministros de Exteriores de la Unión Europea en Bruselas. Libia era el tema principal sobre la mesa. Entre los miedos italianos a un cambio de régimen y la necesidad de condenar la violencia bandeaban los diplomáticos. La ministra de Exteriores española, Trinidad Jiménez, propuso la evacuación de Libia de todos los europeos. El Ministerio de Exteriores alemán desaconseja de viajes al lugar. La misma alarma ya la emitió para Egipto, y poco después caía Hosni Mubarak. De Muammar al Gaddafi se dice ahora que podría estar camino de Venezuela.
“Libia no es Egipto ni Túnez”
“He visto a chicos de 15, 16 años armados con kalashnikovs”, contaba desde Bengasi, una de las ciudades libias más convulsionadas, el manager de una empresa turca por teléfono a la agencia Reuters. Francotiradores disparando a la multitud, incendios, golpes. La violencia en Libia adquiere dimensiones mayores a las de las revueltas que la rodean, lejos de los ojos de la prensa internacional, a la que no se le permite emitir desde el país ni tampoco la entrada al mismo.
.Y es que, “Libia no es Egipto ni Túnez”, había recordado en un discurso televisado el hijo de Gaddafi, Saif al Islam, en la noche del domingo. Ante las cámaras apareció el elegido para suceder a su padre acompañado de varias promesas de reforma, pero a la vez de la certeza de que el régimen luchará “hasta el último hombre, hasta la última bala”.
Más de 200 personas han muerto en Libia desde que comenzaran las protestas, cuenta la ONG Human Rights Watch; más de 400 según cifras de la agencia dpa. El movimiento democrático y sus demandas han alcanzado ya la capital, Trípolis, y allí se han topado con agentes fieles al sistema. “¡No tenemos miedo!”, gritaban los manifestantes. El Parlamento libio ardía. Bengasi se encuentra ahora, dice la agencia AP, en manos de los insurrectos, mientras que desde otras ciudades como Tobruk, en la frontera con Egipto, llegan noticias de incursiones de grupos armados pro Gaddafi que disparan a civiles.
¿Llegando al fin?
Dos aviones militares libios aterrizaron hoy en la isla europea de Malta: desertores, según la cadena Al Jazeera, que se habrían negado a bombardear desde el aire contra la población. Y no serían los únicos en estar dándole la espalda a Gaddafi. El conjunto de la representación libia ante Naciones Unidas habría echo lo propio, situándose al lado de su pueblo y alejándose del longevo dictador. “Disparan a matar”, dijo en Nueva York el portavoz de los diplomáticos rebeldes, Ibrahim Dabbashi, “va a ser un genocidio. En realidad, el genocidio ya empezó el pasado 15 de enero”.
En su discurso del domingo, Saif al Islam había mencionado los temores occidentales al establecimiento de un emirato islámico a orillas del Mediterráneo. Sobre ese miedo habló el ministro de Exteriores italiano, Franco Frattini, en la reunión con sus colegas europeos en Bruselas. Sin embargo, el proceder del régimen es para los países comunitarios difícilmente defendible ante la opinión pública. Los mandatarios europeos se declaran uno tras de otro “conmocionados”, y el ministro de Exteriores alemán, Guido Westerwelle, ha iniciado el distanciamiento: “si la familia gobernante amenaza a su propio pueblo con una guerra civil es que ha llegado a su fin”.
Y si el fin realmente ha llegado, Muammar al Gaddafi podría encontrarse camino de Venezuela. Es el rumor que corre, aunque Caracas lo desmiente.
LB/ ap/ dpa/ afpd/rtrd
Editor: Pablo Kummetz