En el Domingo de Ramos se recuerda la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén. Sucedió el domingo anterior a su muerte. Fue una entrada grandiosa y al mismo tiempo, humilde. La ciudad estaba llena de peregrinos para celebrar la pascua judía. Una gran multitud (días antes de su pasión, muerte y resurrección) rodeó a Jesús y con ramos de olivos y palmas en las manos, lo acompañó en su entrada en la ciudad, entre cánticos y exclamaciones. Muchos lo seguían con fe y esperanza. Dicho domingo da inicio a la Semana Santa. La fecha de su celebración es variable, siempre en los meses de marzo o abril.
El olivo es el árbol típico de la región donde vivió Jesús. Por eso los habitantes de Jerusalén salieron al encuentro de Jesús con ramos de olivo.
Miles de feligreses católicos se reúnen en las diferentes iglesias del país para unirse a la procesión en la cual se da inicio a la semana mayor dentro del catolicismo.
Con mucha fe y costumbre, los católicos salieron a recorrer las calles, acompañando a Jesús de Nazaret en la procesión con los tradicionales ramos, asimismo, alabaron a Dios entre cantos y plegarias.
Los ramos benditos se llevan a la casa como signo de la bendición de Dios, de su protección y ayuda. Se colocan sobre un crucifijo o cuadro religioso y es un sacramental, o sea nos recuerdan algo sagrado. Nos recuerda que hemos aclamado a Jesús, nuestro Rey y que lo seguimos hasta Su Cruz y que durante el año los seguimos aclamando resucitado.
De esta manera dio inicio a uno de los tiempos más importantes y significativos para la Iglesia Católica y feligreses, ya que en el que se celebra la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo.