Por
Lic. Fernán Camilo Álvarez Consuegra
Editor de PUBLICACIÓN ACCION http://publicacionaccion.blogspot.com
San Salvador, 15 de octubre de 2022.
El derrumbe de la Unión Soviética, entre el 11 de marzo de 1990 y, el 26 de diciembre de 1991, atribuido a la perestroika de Mijaíl Gorbachov, fue resultado del esfuerzo último, de mantener la estructura y poder soviético, sometidos al stress económico y social, de un sistema imposible de sostener, por la falta de libertad y el control absoluto del Estado; que permitió la corrupción, como estructura Estatal y al final, ahogó toda la actividad individual. A los problemas propios del comunismo, se agregó una competencia militar con Occidente, imposible de ser sostenida, por su precaria economía, producto de su modelo político.
La Unión Soviética y China continental, sufrieron los mismos males, propios del comunismo: ideológicos y de su política práctica, pero las soluciones fueron diferentes: la Unión Soviética, procuro reestructurar el sistema económico y liberalizar el político (perestroika y glasnost) y China continental, optó por la apertura económica, conservando el control político del Partido Comunista.
Mijaíl Gorbachov, consideraba que la perestroika y el glasnost, eran aplicables en toda su extensión, a la Unión Soviética, pero no, para Latinoamérica, pues en ésta, no se había pasado por el estadio del comunismo. Al final de la Guerra Fría, las fuerzas comunistas latinoamericanas, quedaron intactas, pero sin su rol de presión política antioccidental, por lo que se dio una forma de neo comunismo latinoamericano, que evolucionó, hacia un populismo de izquierda.
El neo-comunismo latinoamericano, aún no se define en su totalidad, encuéntrase en evolución y, una primera aproximación, hacia su nueva forma, se presenta en el Foro de Sao Pablo. En esta evolución, Cuba pasa, su rol revolucionario a Venezuela y Brasil. En estas acciones, Venezuela empeña su riqueza nacional, en extender su influencia hacia los países más pobres de Latinoamérica, en busca de un liderazgo geopolítico, capaz de competir con el de Estados Unidos. Para mantener este esfuerzo, ha necesitado de la ayuda de Rusia, China continental e Irán.
Al disputar Rusia y China continental, su influencia a Estados Unidos; Cuba, Nicaragua y Venezuela, en continuidad de la Guerra Fría, han dado a Rusia y China continental, su apoyo. Mientras. tímidamente, Brasil, Argentina y México, muestran su descontento con Estados Unidos; cada uno de ellos, por intereses propios, que pueden resumirse en contrarrestar la influencia de Estados Unidos y Europa, en sus economías públicas y, en los señalamientos sobre abusos de autoridad e indulgencia, con el crimen organizado.
En El Salvador, la Izquierda se ha dividido: tradicional y neo-izquierda, generada por una lucha de poder contra la cúpula tradicional, fracturándose ésta. Bukele, recoge las distintas fracciones de Izquierda y las dirige hacia la cúpula del FMLN, debilitándolo y, dando una nueva estructura o forma a la izquierda, muy similar a la nicaragüense: funda su poder en la Fuerza Armada y se sostiene, gracias al apoyo del capital, justificando el régimen, mediante el populismo, por lo que la institucionalidad desaparece y permite las distintas organizaciones del crimen organizado.
El riesgo que corren los regímenes de izquierda latinoamericanos, es que su populismo, es muy oneroso y terminan consumiendo sus recursos, por lo que confían en el financiamiento y cobertura que pueden darles otros países, en su lucha geopolítica o geoestratégica contra Estados Unidos.
La cercanía de Bukele a los intereses de China continental, en primera instancia y rusos en segundo, es por la actual lucha de esos países con Occidente y la claridad, en su apoyo, va en razón de los beneficios a su Gobierno, los cuales no tienen significado para la nación salvadoreña, pues no son ideológicos, sino de conveniencia de poder.