Desde hace mucho tiempo es reconocido tanto por los defensores de la vida desde la concepción como por los defensores del derecho de las madres a decidir sobre su embarazo que el cigoto tiene vida desde el momento en que existe. La controversia entre ambas posiciones es en torno al tema de la personalidad. ¿Cuándo inicia la personalidad del embrión? Quienes defienden el derecho a decidir sobre el embarazo señalan a sus oponentes de basarse solamente en algunas ideas religiosas obviando por ese solo hecho la consideración de sus argumentos para saber si les asiste alguna razón. El que las premisas sean de tipo religioso no descalifica necesariamente las inducciones que se hagan, aun cuando se quiera ver los preceptos religiosos como un producto cultural. Todavía así, el cúmulo milenario de conceptos religiosos subsisten en el tiempo sólo por su dosis de verdad. Por otra parte, el que un pensador posea convicciones religiosas no le priva del uso de la razón. La fe y la razón no son excluyentes. Tampoco lo son la fe y la ciencia. Es contrario a la razón el desechar la consideración de los argumentos de un pensador solamente porque posee convicciones espirituales. Uno de los razonamientos de quienes defienden el derecho a decidir sobre el embarazo es el afirmar que los embriones no son personas. Para ello, parten de la idea que el embrión no tiene intereses. Y no los tiene porque no posee sensibilidad, ni raciocinio, ni consciencia, ni desarrolla reciprocidad moral. Siguiendo esa línea de pensamiento podría también asegurarse que alguien que alcanzó el estado de coma como resultado de un accidente o de alguna dolencia tampoco es persona. En tales condiciones tampoco se tiene ninguna de las cualidades mencionadas; pero, muy pocos dirían que el paciente no es más una persona, sobre todo, cuando existe la posibilidad de la recuperación. Dietrich Bonhoeffer, hablando del aborto afirma: ‘Preguntarnos si nos estamos ocupando de un ser humano o no es meramente confundir el asunto. El simple hecho es que Dios ciertamente tuvo la intención de crear un ser humano, y que este ser humano naciente ha sido deliberadamente privado de su vida’. Por su parte Jürgen Moltmann escribe: ‘Toda devaluación del feto, del embrión y el óvulo fertilizado comparado con la vida que ya ha nacido y es adulta es el principio del rechazo y la deshumanización de los seres humanos. (…) Cada ser humano fue alguna vez tan sólo un embrión en necesidad de protección’. La condición de humano es algo que va más allá de las funciones verificables de sensibilidad, raciocinio y reciprocidad moral, va más allá de la materialidad. De hecho, se sabe que aproximadamente cada siete años se renuevan por completo todas las células del organismo. No obstante, en ese cuerpo en constante renovación, la personalidad se conserva sin afectaciones. La personalidad, pues, no se basa en las características de la materia sino en las leyes que regulan los procesos de la materia. Tales leyes pueden ser llamadas de la manera como a los filósofos les parezca mejor. Los cristianos le llaman la imagen y semejanza de Dios. Lo anterior debe ser balanceado con una defensa de la dignidad humana que parta de los no nacidos y se extienda a los ya nacidos. Para que éstos disfruten de vida plena necesitarán, entre otras cosas, de acceso a educación sexual que integre tanto la información científica, métodos de control natal, salud e higiene y los valores que no pueden ser transmitidos de manera más eficiente que por el ejemplo.