Santa Ana y el peso del agua: urbanización sin previsión pone en riesgo la ciudad - Periódico EL Pais

Santa Ana y el peso del agua: urbanización sin previsión pone en riesgo la ciudad

Santa Ana y el peso del agua: urbanización sin previsión pone en riesgo la ciudad

Santa Ana, El Salvador — La histórica ciudad de Santa Ana, reconocida por su trazado urbano pionero basado en una cuadrícula perfecta con cuatro iglesias como puntos cardinales —El Carmen al sur, Santa Bárbara al norte, la Catedral al oriente y El Calvario al poniente—, está hoy bajo creciente amenaza cada invierno. Y no por caprichos del clima, sino por una serie de decisiones urbanísticas que ignoraron advertencias técnicas claves.

Durante más de un siglo, el desarrollo de la ciudad giró en torno a estos cuatro templos, manteniendo un crecimiento ordenado y sostenido. No fue sino hasta la década de 1960 que se comenzaron a urbanizar las fincas que descendían desde las faldas del volcán Lamatepec, transformándose en colonias modernas que aún respetaban ciertos criterios de planificación.

Sin embargo, en las décadas posteriores, se ignoró una advertencia crucial. Un estudio realizado por técnicos españoles en el marco del Plan de Mejoramiento Urbano y Rural (PLAMADUR) alertó sobre el riesgo de urbanizar hacia el sur. ¿La razón? La red de tuberías construida hace más de 100 años no estaba diseñada para soportar la presión de aguas residuales y pluviales de una ciudad en constante expansión. Aun así, se autorizó la construcción de la colonia El Trébol, obligando al desarrollador a instalar una tubería de gran capacidad, una medida que si bien fue costosa, intentó mitigar el riesgo, mencionados esto porque el tema puso una alerta para futuras construcciones que suponía poner atención especial a las descargas pluviales.

Pero las siguientes administraciones municipales continuaron concediendo permisos para nuevas urbanizaciones en la misma zona. Ya fuera por presión política, intereses económicos o negligencia, se ignoraron los criterios técnicos. Las fincas que antes absorbían el agua o la redirigían mediante cauces naturales fueron cubiertas por concreto, y con ello desaparecieron los mecanismos naturales de drenaje.

Hoy, los resultados son alarmantes. Santa Ana enfrenta tres puntos críticos de inundación:

  1. Calle a La Aldea: se transforma en un río embravecido durante las lluvias, arrastrando incluso vehículos livianos y provocando fuertes anegamientos en la 25 calle y el mercado Colón.
  2. Bulevar Los 44: principal entrada a la ciudad, se inunda a la altura del redondel de Metrocentro, generando caos vial.
  3. Redondel Santa María y alrededores: hacia las Ramblas, la calle a Los Naranjos, Chalchuapa y San Salvador, se forma un lago que inhabilita el tránsito y ahoga vehículos.

Estas situaciones reflejan fallas graves en la planificación y supervisión de obras de infraestructura hidráulica por parte de las autoridades locales. Mientras el clima sigue siendo cada vez más impredecible, la ciudad se vuelve más vulnerable.

Santa Ana, con su historia de trazado urbano ejemplar, ahora enfrenta una paradoja: su crecimiento, antes ordenado, ha desembocado en una crisis de agua mal canalizada. Si no se toman medidas inmediatas y responsables, cada invierno será sinónimo de peligro y destrucción para sus habitantes.

El PLAMADUR (Plan de Mejoramiento Urbano y Rural), fue un estudio técnico y urbanístico impulsado en varias ciudades de El Salvador durante las décadas de los 70 y 80 con apoyo de expertos internacionales, especialmente españoles. En el caso específico de Santa Ana, este plan dejó advertencias claras sobre la necesidad de un crecimiento urbano ordenado y técnicamente viable.

¿Qué decía el PLAMADUR sobre el crecimiento de Santa Ana?

1. No expandirse hacia el sur:

El estudio advirtió que la infraestructura de drenajes pluviales y sanitarios de la zona sur de la ciudad, especialmente en el centro histórico, no tenía la capacidad de soportar descargas adicionales provenientes de nuevas urbanizaciones en las partes altas.

Las tuberías originales, construidas más de

100 años atrás, fueron diseñadas para una población reducida y en un contexto rural. Aumentar la densidad urbana en las zonas altas implicaría una sobrecarga que derivaría en inundaciones y colapsos del sistema.

2. Preservar áreas de absorción natural:

Las fincas y cafetales del sur, además de ser parte del paisaje natural, funcionaban como zonas de filtración de agua. El plan recomendaba mantenerlas en uso agrícola o recreativo para evitar que el agua corriera superficialmente hacia el casco urbano.

3. Planificación con visión hidrológica:

Se sugirió que cualquier expansión urbana futura debía considerar estudios hidrológicos previos, con infraestructura diseñada para canalizar, almacenar o disipar grandes volúmenes de lluvia, cada vez más comunes por el cambio climático.

4. Fortalecer la institucionalidad:

Se recalcó la necesidad de que las alcaldías y oficinas técnicas municipales tuvieran la capacidad de hacer cumplir estos lineamientos. Esto incluía la revisión rigurosa de planos, permisos y seguimiento a obras de infraestructura.

Conclusión:

El PLAMADUR no se oponía al crecimiento de Santa Ana, pero sí establecía condiciones técnicas específicas para evitar que ese crecimiento comprometiera la seguridad de la población. El desacato a esas recomendaciones técnicas, por razones políticas o económicas, es en parte responsable de los serios problemas de inundaciones que enfrenta hoy la ciudad.