Por Roberto Rubio Peña
A lo largo de casi 200 años de historia, El Salvador ha tenido 14 Constituciones. Tristemente, cuando llegaba un nuevo grupo al poder, imponía una nueva Constitución acorde a sus intereses políticos y económicos, alegando “modernizarla” “mejorarla” o “reformarla para el pueblo”; palabras bonitas pero vacías, envolviendo mañas dañinas para el bienestar de los salvadoreños.
Afortunadamente, todo este caos terminó en 1983, cuando una Asamblea Constituyente, conformada por profesionales salvadoreños (maestros, doctores, ingenieros, militares, abogados, contadores y empresarios) de los 14 Departamentos de nuestra Patria, con distintas simpatías ideológicas, pero con un fuerte compromiso democrático, redactaron una Carta Magna que diera amparo a todos los salvadoreños, garantizando los derechos civiles para iniciar el periodo de mayor libertad democrática en nuestra historia y creando los contrapesos necesarios para detener a cualquier grupo, que así como los de antes, intentase hacerse nuevamente con el control total de El Salvador. Así nació nuestra Constitución.
La Constitución de 1983 es un monumento a la democracia, a los derechos humanos y a las libertades civiles. También es un legado patriótico que nos recuerda a todos los salvadoreños de bien, que independientemente de cualquier afiliación política, nuestro compromiso primordial es con nuestro El Salvador
Por esto llama tanto la atención cuando los que exigen a gritos cambiar la Constitución, son los que se empeñan en atropellarla. Estas son personas cuya lealtad primordial no está ni con El Salvador ni con la democracia, sino con el mal político de turno, que los enriquece a costa de la pobreza de futuras generaciones de salvadoreños.
De igual manera, llama mucho la atención, que los que apoyan a estos vendepatrias en su podrido objetivo, nunca han leído la Constitución, pero alegan que “está desfasada”, sin racionalizar como llegaron a esta conclusión.
Lo más alarmante es cuando a vivas luces la mal llamada “modernización de la Constitución” que demandan, no es otra cosa que extender el Periodo Presidencial y romper con la separación de Poderes de los Órganos del Estado Salvadoreño. Esto no es nada “moderno”, esto es muy viejo y se ha repetido con consecuencias desastrosas en distintos países y épocas.
Algunos todavía se jactan que están “haciendo historia”; pues no, simplemente están repitiendo historia de la mala, pero todo es nuevo para los que no leen.
Roberto Peña Rubio
Salvadoreño.