Hace 24 años, Julia Yolanda Miranda tuvo que tomar la decisión más importante de su vida, empujada por la necesidad, pobreza y su ignorancia de mujer joven, entregó en manos de personas desconocidas a su primogénito, Jorge Alberto Miranda, “a mi él (el esposo) cuando le dije que estaba embarazada me dijo que me iba a dar 200 colonesa para que lo abortara, pero quitarle la vida no se vale” comenta Yolanda. Según recuerda esta humilde santaneca, una mujer “apareció de la nada” y le dijo que podía dar en adopción al recién nacido, ante su incertidumbre a ella no le quedo más que optar por salvarle la vida a su hijo a pesar de tener que verlo partir de entre sus brazos, “Es muy duro recordar esos momentos, desde que lo entregue el abogado ya no me quiso dar datos de él, se me escondía o me negaba” explica la desconsolada mujer. Desde el momento que entregó a Jorge ella nunca supo más nada de él, no conoció a la familia que lo recibió en adopción y mucho menos cuál sería su futuro, “yo solo quería lo mejor para él, nunca quise abandonarlo y estoy muy arrepentida” solloza, asegura que ella no se dio a la tarea de buscarlo por dos razones: tal vez él no sabía que era adoptado o simplemente no quería saber nada de ella. A diferencia de muchas otras historias, este drama familiar tiene un giro inesperado en los últimos tres meses, cuando un ciudadano norteamericano, de 24 años de edad conocido como Reid Miranda Osborne llega a la oficina de Alejandro Amaya, un pastor evangélico residente en los Estados Unidos, “Yo fui dado en adopción, me dijo, usted me podría ayudar a encontrar a mi mamá o al menos saber algo” comenta el líder religioso, quien además aseguró que “para mí eso fue como encontrar una aguja en un pajar en un primer momento”. Reid Miranda Osborn, se convirtió en lo que su madre había deseado desde el mismo instante de su alumbramiento, siendo Marino de los Estados Unidos, recorrió importantes países en todo el mundo y fue criado bajo principios cristianos, un hombre de provecho para la sociedad norteamericana y que dejó todo por conocer sus raíces, “Me habló un día por teléfono, el pastor nos traducía porque él no habla nada de español y me dijo que quería conocer a su a su verdadera familia” dice entre llantos su madre. Gracias a la fundación Operación Bendición el reencuentro fue posible, “No tengo ningún rencor o resentimiento contra ella (su madre), quiero conocerla y abrazarla muy fuerte” dijo Miranda en una entrevista previa al momento del reencuentro, “Estoy muy nervioso, mi madre en los Estados Unidos no me detuvo para que viniera a El Salvador a conocer a mi verdadera madre, he recibido el apoyo de ellos” añadió. Con forme los minutos pasaron, el nerviosismo era evidente, un joven tímido que necesitaba de un traductor para comunicarse y una madre que le esperaba, sin saber lo que ocurria, a que regresara a estar con ella, “Yo ni me maquillo, quiero que cuando él regrese, si un día lo hace, me encuentre tal y como soy, con la ropa que uso siempre, no quiero que vea a alguien a quien no es su madre” dijo la inconsolable mujer. Todo estaba fríamente calculado para el momento del reencuentro, ambos fueron entrevistados antes del momento crucial y los dos se mostraron emocionados, esperando recibir un abrazo fraternal que sellara un proceso que había durado más de 12 semanas, “Yo no se si él me ha perdonado, si me da un abrazo suave es porque no lo ha hecho, pero si me da un abrazo fuerte como el que yo le voy a dar es porque me quiere como yo” dijo Yolanda. El momento del reencuentro llego, la puerta se abrió y el oficial de los Estados Unidos de Norte América, se encontraba cara a cara con la mujer que le dio la vida, un hombre que ha enfrentado a la muerte en muchas ocasiones ahora mostraba ser una personas de nobles de sentimientos, su madre lo vio y quedó muda, casi petrificada. Ambos se llevaron las manos al rostro por varios segundos y sin mediar palabras se fundieron en un abrazo que duró varios minutos, se vieron y nuevamente se abrazaron. La sala de la habitación en la Colonia Altos de Santa Lucía quedó completamente en silencio, el traductor fue el mediador entre madre e hijo para que éstos expresaran sus sentimientos. “Déjame decirte que te amo aunque no te lo demostré, te amo, qué lindo es tenerlo Señor” dijo entre llantos Yolanda a su hijo, “no sé por qué lo hiciste pero no te sientas mal, yo no te tengo rencor, te amo” contestó el joven. Luego de esto, Miranda conoció a los miembros de su familia que se encontraban en la habitación y tuvieron un momento a solas con su madre, un hombre que se enteró de su adopción a través de sus padres adoptivos y que se dio a la tarea de conocer a su verdadera madre, un niño que desde que nació llevó el sello salvadoreño en su corazón y que 24 años más tarde regreso{o para llenar de felicidad a una familia santaneca.