EDITORIAL: Un hogar que no hemos aprendido a valorar - Periódico EL Pais

EDITORIAL: Un hogar que no hemos aprendido a valorar

Santa Ana, nuestra querida ciudad y departamento, celebran sus Fiestas Julias, poniendo la mejor cara al peor tiempo, la verdad estamos de años saliendo de una para encontrarnos con otra u otras…

En el pasado era tradicional el “estreno” de julio casi como los de navidad, año nuevo y semana santa, la actitud de esperar con regocijo y, como no, esperanza las fiestas se mantiene en nuestros corazones, si bien esas bonitas costumbres de renovarse por fuera y alegran a su vez el espíritu han pasado, sea por la globalización que uniforma hasta la insipidez las costumbres, la sencillez que se ha perdido no precisamente en aras del conocimiento, las escasez de recursos o el cambio del orden en las prioridades, en fin aquí tienen mucha tela para cortar sociólogos, sicólogos y antropólogos, ojalá con un diagnóstico feliz también para opiniones escépticas!

Una novedad es el parque Libertad, al fin libre del desorden foráneo, algo por lo que hemos clamado durante años y que el alcalde Francisco Polanco ha logrado, estamos de fiesta con los lunares heredados sobre todo del alcalde Mena, que no solo lotificó andenes, sino que no ha rendido cuentas cabales, ni a los contribuyentes (TODOS) que estamos ya pagando deudas inexplicadas, sin que la fiscalía se pronuncie después de más de dos años de investigar ¿Por qué tardarán tanto?

Vivimos, nos lo creamos o no y a pesar de estar tan desvirtuada y con tanta casa valiosa por su antigüedad cayéndose, en una ciudad muy hermosa con historia y personalidad, pero que debido a muchas causas casi todas convergentes en la centralización de todo en la capital, se mantiene impertérrita, diría en espera no de mejores tiempos, sino de consecuentes y mejores actitudes de sus ciudadanos, negándose a ser víctimas de la  modernización, bienvenida en la periferia y nefasta en el centro de la ciudad, si no se respeta su esencia.

Nuestro Teatro de Santa Ana pasando el año de su Centenario con pena y sin gloria, cuando era esta la ocasión de realzarlo no solo a él, sino a Santa Ana que necesita reencontrarse, cómo va a tener nuestro departamento, nuestra ciudad y nosotros ciudadanos vida propia si todo se decide en San Salvador, en donde podrán saber qué necesitan y qué les convine a ellos, pero no lo que a nosotros. ¿Es acaso que ya no somos parte de la República de El Salvador, sino de la República de San Salvador? ¿Es que en los departamentos no se debe pensar y menos aún decidir sobre lo propio? Para cualquier actividad hay que recurrir a la capital que se encuentra taaaan lejos de Santa Ana y con los responsables tan ocupados que al final se decide cualquier cosa y  dan el Teatro para cenas bailables, entregas de diplomas, presentaciones de a quien se le antoje llamarse artistasta, cuando se trata de un escenario de primera calidad, aunque –de suerte- no se encuentre en una de las grandes capitales del mundo, ni en San Salvador. Es soñar que las embajadas nos volverán a traer espectáculos que solo tenían asignada una presentación en el país en su mejor teatro. El Teatro de Santa Ana pasó a ser lo que APACULSA luchó porque no fuera: un segundón!

Pero como estamos de fiesta y también en estos tiempos hay esperanza y buenas nuevas, es un elixir para los santanecos saber que por segunda vez uno de los edificios emblemáticos (y por cierto el más necesitado) ha sido escogido por el Departamento de Estado estadounidense para recibir el premio “Fondo del Embajador para la Preservación Cultural”, por un monto hasta de $ 50,000.00. Se trata de nuestra magnífica Catedral, que clasificó entre cientos de proyectos de todo el mundo “codeándose” con alrededor de 80 escogidos como edificaciones cuyo valor es único para la humanidad; por lo cual su conservación y valoración es de carácter prioritario, según Washington…

Esta es una gran noticia que llega precisamente en las Fiestas Julias como un regalo a nuestra Catedral, para su conservación y goce nuestro y futuras generaciones y que debe ser sobre todo un llamado de atención para que valoremos, siquiera un poquito más, lo mucho que tenemos y su importancia no solo para nosotros como pueblo, sino como un PATRIMONIO DE LA HUMANIDAD, que es ya.

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