Anarquía en El Salvador - Periódico EL Pais

Anarquía en El Salvador

Anarquía en El Salvador

Nuestro país El Salvador cuenta con una extensión pequeña de territorio, habitada

por una población muy densa, con un subdesarrollo educativo, económico y

social, que nos convierten en un país de tercer mundo a nivel global.

Estas características afectan enormemente un crecimiento a mediano o largo

plazo, y a esto le abonamos un poco interés en nuestros gobernantes de

verdaderamente querer cambiar esa realidad, que nos ha caracterizado en los

últimos años, la de ser uno de los países más peligrosos y violentos de América

Latina.

Para nadie es un secreto el crecimiento y control territorial que han tenido las

maras y pandillas en los últimos años, el poder adquisitivo que han logrado para

adquirir armas y amedrentar a la población es enorme. Extorsiones y

ajusticiamientos por parte de estas estructuras criminales son el pan diario en una

desdibujada realidad salvadoreña, que pide clemencia para un alto definitivo a

este flagelo que tiene de rodillas a muchas familias en todo el país.

Como sociedad salvadoreña tenemos otros problemas que actualmente no sean

de gran envergadura como los antes mencionados, pero que algunos de ellos ya

están afectando a muchos salvadoreños. Nuestro país se está convirtiendo en una

anarquía, un país donde el irrespeto a la ley es lo normal. Ejemplo de ello es un

retrógrado irrespeto vial, personas que se adueñan de las calles ya sea cobrando

por estacionarse en lugares públicos o negocios evitando que podamos

estacionarnos en lugares de absoluta libertad, personas arreglando con plomo

disputas por parqueos, señales e insultos obscenos en el trafico…

Somos una sociedad que de devora a sí misma, la cero tolerancia deriva en una

ausencia de virtudes esenciales para convivir con el prójimo, una educación

afectiva es imprescindible para un entendimiento idóneo, la cual es una

desconocida en nuestro sistema educativo. Recientemente en un periódico de

nuestro país un colega escribía de como la sobrepoblación y ese apiñamiento que

actualmente vivimos incide en los niveles de violencia, esta aseveración es

equivocada, en absoluto tener una gran cantidad de personas nos hace más

agresivos y asesinos; ejemplo de ello es China, siendo el país más poblado del

mundo posee una tasa de asesinato de las más bajas. La tasa de homicidios en

china del 2016 es de 0,7 por cada 100.000 residentes, mucho menor que en

países desarrollados como Estados Unidos, Reino Unido o Francia.

Cuando la cohesión social logra niveles altos, cuando la educación se convierte en

prioridad en los presupuestos gubernamentales, germinan futuras generaciones

con horizontes intelectuales desarrollados, al trabajarse aspectos conductuales

mediante la construcción de virtudes humanas, los instintos no gobernarían

nuestras acciones e indudablemente obraríamos mejor.

La triste realidad de nuestro país no solamente reside en las estructuras criminales

mencionadas al inicio de mi artículo, esta pesarosa realidad también concierne a

todos los demás salvadoreños que vivimos ensimismados y alejados del

sufrimiento ajeno, aislado y dedicado a nuestra propia existencia.

Nuestro país está tomando un rumbo preocupante, la anarquía reina en nuestras

calles, recientemente vimos como en el centro de San Salvador se dieron una

serie de homicidios a plena luz del día, el centro histórico de nuestra capital

convertido en un simulacro de la película “Los Juegos del Hambre” y para culminar

tan horrendo incidente vimos al alcalde Bukele obedeciendo a los vendedores al

aceptar sus condiciones de no brindar seguridad con los agentes del CAM en los

mercados; colaborando de esta manera con todos los ilícitos que existen en estos

lugares y por los cuales se niegan a una regulación de las autoridades.

Con este vivo ejemplo, un político cediendo ante tales peticiones, negando

prevenir y perseguir los ilícitos del centro histórico y una rebeldía evidenciada

constantemente, solamente nos queda apelar a una conocida frase e invocarla en

nuestro diario vivir “y ahora quien podrá ayudarnos”.

Luis Enrique Contreras Reyes

Analista Político

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